Cualquier ciudad anocheciendo. No recuerdo bien el motivo de tu llamada pero sí la misma sensación de retomar contigo una historia sosegada, llena de risa y complicidad.
Nos vimos en cualquier ciudad en una noche estival y salimos a cenar a un local de un centro comercial casi fantasmagórico, apenas cuatro almas. Compartimos confidencias nuevas y viejas. Muchas más risas. Compartimos un postre a medias que invitaba a compartir aún más cosas rodeados de soledad y aire acondicionado, nuestra piel aún sofocada de calor.
Nos fuimos y, en nuestros ojos, fuimos conscientes del momento crucial de tomar un rumbo u otro en nuestra relación. Ambos coincidimos y por eso somos amigos, los mejores amigos no importa tiempo ni distancia. Mucho más allá de nuestras palabras.
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