A la deriva, traidos al pairo, a flote o a duras penas. Pero nada de sufrir por lo inabarcable, lo inalcanzable y lo imposible si poder respirar, pensar, ver y oír ya es suficiente.
La ropa que llevo pasará perfectamente otro invierno más, perfecto. Comer cada día menos en un hartazgo en medio de la superabundancia ociosa y pretenciosa que esconde buscadores hambrientos entre sus basuras detras de locales abarrotados de productos masivos con etiquetas de eterna felicidad: nuevo, oferta, ecológico, ahorro entre clientes ansiosos por llenar carros cada vez más enormes.
Tener que tener, soy infeliz tengo seis coches, soy infeliz no tengo ninguno, una especie animal desgraciada y desquiciada por el exceso y su democratizado acceso, estás dentro o fuera. Si consumes existes, si dejas de consumir nada vales y desapareces.
Nuevos niños ricos con zapatos nuevos, educación para hijos que serán futuros ministros en paro, el status medido en el escaparate, el vacío de verguenza por codiciar más y cada vez más deprisa.
La frugalidad y la moderación, esas cosas que predicaban nuestros abuelos. Generar lo que se necesita, el trabajo manual, gente pobre no necesita criado, eso que sigue existiendo en tres cuartas partes del mundo y de las cuales dos mueren por inanición. Resistencia al bombardeo mediático y la consunción del consumo.
Insaciables y feroces, muertos de hambre fagocitadora e instantánea, seguimos nuestra perfecta autotortura que consigue que suframos eternamente y nos importe más lo que dejamos de tener que lo que tenemos convertidos en Sísifos y Danaides y Prometeos modernos.
No es posible leer todos los libros, escuchar todas las músicas, estar a la útima de todo siempre, ser eternamente joven, haber visitado todos los países y hablar todas las lenguas, haber probado todas las cocinas, beber todas las bebidas, y que la vida sea un parque de atracciones, y por supuesto, ni mucho menos, tampoco un valle de lágrimas. Naturaleza humana, ¿vivir es sufrir o el hedonismo es la meta?
Nadie interesado en que hay detrás, debajo ni al fondo. pero si en la urgencia de no perder la oportunidad, la ocasión, rebaja y ser más listo que su vecino, su primo o su padre, ser la puta envidia de los demás, un deporte asaz conocido y practicado por pobres de espíritu.
Y es que cuando uno no puede ser otra cosa es sólo lo que posee.
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