Cielos derramados
entregados al mar
abrazan tu isla mujer,
tu isla hombre, eyaculada
expulsada a su propia esencia
de senos lácteos de cruda luna.
Vida al centro de la vida,
y aquella otra antigua vida
usurpada al lugar
de otros tiempos vencidos
que aún destellan
desde el silencio del viento,
las blancas paredes, las heridas
del picón arañado al volcán,
otro tiempo, otro mundo.
Y entre la negrura hiriente
brillada de soles te encontré,
esperándome, quieta de verdes,
impasible como la inmensidad de la tierra
infinita y cegadora,
nacida en volcanes macho,
en volcanes hembra,
de creación incesante
y superioridad absoluta
ante mi insignificante supervivencia.
Amo tus entrañas de vida, abierta al cielo
cuando se derrame esta noche, de nuevo,
al rocío de tu perfume
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