Errabundo, mi corazón se ha detenido un momento para revisar aquel pequeño electrocardiograma sentimental en el que se aprecian altos y bajos, irregularidades y arritmias. Soplos, apenas susurros inaudibles y secretos inconfesables a mi misma, contradicciones todas que componen su propia naturaleza vital.
Todas las veces que creí perderlo o todas las que creía haberlo encontrado eran, indistintamente sólo mi corazón.
Hasta que otro día amé como siempre y de nuevo. Al borde del precipicio, al límite de mi integridad, mientras él se dejaba amar sin pudor, sin amor. Seguí amando pensando que con entregárselo todo yo también sería su amor.
Temblé como una adolescente, mi corazón se agolpaba en su presencia, siguiendo sus costumbres o presenciando su destrucción creía encontrar mi felicidad.
Hasta la última noche en que me permití volver a ese estado de feliz y juvenil despreocupación para, después, arrancarme el corazón para siempre.
Dolió, pero siempre me había traicionado.
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