miércoles, 9 de mayo de 2012

Estallido

Él insistía en el error, achacándomelo a mí, imputando culpas y agotando el aire mientras reducía el aire a mi alrededor.

Golpeo la mesa y estallo en un lanzamiento del aire, una ruptura por donde escapar y arrojar al intruso del pensamiento.

Sostenía mi cabeza, leyendo la carta sin verla, inmersa en el lapso que precede el instante esperado.

Y allí estaba otra vez, idéntico, distinto.

Creo que he vuelto a mirar sus ojos con dulzura no sé si premeditada o inevitable.

Los esquemas mentales se repiten y generamos la misma secuencia, de lo general a lo particular, vuelvo a tocar su mano en un acto íntimo de confianza y en una posible muestra de entrega, puedes volver a cogerme, follarme, por completo, pero no se produce nada en ese instante, no, sólo más tarde, su juego es tan aparentemente inocente como perverso, sabe como mantener la llama y sé lo que está haciendo pero dejo que juegue, como una madre paciente que mira jugar a su cachorro.

La despedida siempre se cierra con algunas alusiones al deseo, a todos los deseos, siempre empañados de frustraciones para eternizarse en anhelos.

Y vuelvo mi espalda helada, me niego a mirar atrás entre el orgullo y la negación a convertirme en estatua, necesidad de autoafirmación mediante el olvido de su despojado retrato que tan crudamente contemplé desde el primer día.

La soledad es mayor, la inquietud estalla y el cielo rompe su inmensidad sobre mi existencia mientras estalla, otra vez, en pedazos mi corazón.

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