martes, 29 de mayo de 2012

Montenegro

Su boca, sus facciones, se marcaban de un aire asiático antiguo y peligroso, cuando me hablaba en un idioma intermedio, no el suyo, no el mío. Sentí que podía sucumbir a aquella fascinada contemplación, mientras maniobraba en la distracción de mis propios pensamientos y plantaba cara a la cruda realidad, vulgar y prosáica.  En el fondo no sentía la menor empatía ni simpatía hacia aquel tipo rudo de maneras directas y exigentes, aunque sí cierto temeroso olfato de hembra por explorar los límites de su poderío sexual de macho.

"Sé que cuando me di la vuelta por el pasillo, se quedó mirando mi culo y la ondulación de mis caderas mientras me alejaba. Cualquier excusa era tan buena como tonta para venir a verme de nuevo a la celda donde me encontraba encerrada con las otras mujeres.

No tenía el menor sentido convertirme ahora en su puta, en un momento breve e intenso donde bajar la guardia y perder los papeles en un juego al que le faltaría el tiempo que exijo y nunca existe.

Hubiera preferido volver a las semanas anteriores, donde otros brazos y besos prolongaban el convencimiento mutuo de saber el lugar dónde queríamos estar, mientras su voz y nuestras risas se mezclaban nuestra dulzura en momentos íntimos ahora ya fuera de lo establecido".

Pero aquel mundo había terminado y una mujer tiene que seguir viviendo a pesar de sus captores, sabía de la necesidad de encontrar un "protector" para sobrevivir al exterminio de las violaciones y la exposición como moneda de cambio. Sabe quién tiene el poder ahora y que habrá de someterse a su voluntad para asegurar su vida.




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