domingo, 10 de junio de 2012

Cuatro Esquinas

En el trapecio que forman

la conjura de la mente,

la acera de enfrente,

el cero agrupado e imposible,

y el sexo insaciable,

semáforos y aceras

de nobles cunas,

tarimas de madera crujen

bajo altares de budas

impávidos y cotizados.

Extraños besos nuevos,

cruzados destinos

la apresurada ciudad

que agita sus partículas

bajo el sol en otro verano

capaz de volver siempre

al mismo conflicto de calor.

Otra vez la cita se acerca,

soñado proyecto,

para provocar al destino

y cambiar su curso.

No existe nada

demasiado importante,

nada que tenga

sentido cuando

hace demasiado tiempo

que no nos visitan las emociones

y la música en las verbenas

es previsible.

Dejo ir la vista

al paso de los transeúntes,

asisto muda al trance

de los viandantes seguros

de saber adonde van.

Escapan los días entre

rayos de sol y sombras

de hojas que empiezan

a tapizar el suelo.

Busco en la Rosa de los Vientos

alguna de las cuatro esquinas

donde debería dirigir mis pasos

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