La reducción se produjo en una sola tarde y en apenas tres horas, entre las 18 y las 21 horas. El calor apretaba repetinamente sin tiempo para decidirse por una indumentaria adecuada, bajando la cuesta, cruzando el parque en el que pájaros y niños pugnan en su algarabía.
De frente, por sorpresa, no, no esperaba verle y tardé unos segundos en componer mi extrañeza. Algo no cuadraba, pero su locuacidad me impedía despejar la incógnita planteada. Su vida ahora era más perfecta y tenía tiempo, tanto que no sabía que hacer con él. Me confesaba que seguía solo y que las compañías de los últimos tiempos habían resultado más peligrosas que insulsas y aquel calentón inicial había acabado de mala manera.
Contemplaba su cara mientras seguía desahogándose entre justificaciones, y repentinamente comprendí su vanidad aunque fui pudorosa. Pelo y cejas casi grisáceas mostraban ahora un oscuro y tono rojizo, el rostro terso en una mueca tensada de si mismo, aunque sus ojos seguían implorando la misma necesidad de tiempo, de compañía, de apurar el instante y prolongarlo, la necesidad de una vida común para empezar a llamarla propia. Sin cesar de hablar, de justificarse, de hacerse comprender. Un hombre al fin y al cabo.
Nos despedimos con cierto cariño y comprensión implícitos en los silencios, cierto deje de solidaridad y ánimo.
Avancé unos pocos pasos, y me encontré un pretérito anterior. Su tiempo ahora se llena de trabajo, no dejar espacio al tiempo ni a ninguna otra cosa, mejor solo que mal acompañado, se sigue defendiendo de la vida detrás de la mirada huidiza y una palabra fácil que desvía la conversación hacia donde más le conviene o al menos lejos de donde no quiere llegar.
El pasado es un lugar magnífico para recordar y encontrar nexos comunes que no comprometen en exceso a las partes, generalmente recuerdos casi idénticos aunque otras veces se convierten en versiones opuestas o datos fallidos. Su cuerpo enjuto algo más reseco, esconde cierto rictus resabiado entre un chorro de palabras a su alrededor que no permitirá llegar nunca al centro de quién quiera que alguna vez fue.
Ya es tarde, ya llega el autobús. Hasta pronto, a ver si nos vemos, pronto. Siempre "pronto" es la palabra mágica que nos hace sentir bien, aunque inconscientemente intuimos el largo e indeterminado lapso que el tiempo nos deparará.
Detrás de otras vidas, la propia, más cansada, menos segura, también el tiempo nos pasa por encima y ahora nos asalta y envuelve de miedos sorprendentes y hasta ahora desconocidos. Antes impensable: el miedo, ahora el suelo cotidiano que nos falla bajo los pies, la certeza del ser que se quiebra y de nada sirve ya y sin embargo nos obliga a seguir.
Siempre incógnitas por despejar.
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