Miraba distraidamente las calles. Escogí premeditadamente el camino más largo, ni caperucitas ni lobos, a veces el tiempo sólo puede perderse para ganarnos.
El autobús recorre avenidas ampulosas de tu barrio, de tu pueblo asimilado, urbanizaciones de lujo, semilujo y ¿piedras preciosas? Tal vez. Estoy cerca, estoy por ahí, rodeando simbólicos árboles casi perdidos, aislados en medio de asfalto apenas salpicado de céspedes regados de recortados y delimitados perfiles.
La mañana brilla preciosa, dorada y fría, me ofrece respirar y abre un camino acogedor bajo su aliento perfumado de hojas de otoño y los árboles de altas copas casi desnudos.
Y distraida seguía ensoñada en la maraña del caos del pensamiento, cuando toda esa vida me grita y me va invadiendo. Y cuando sonó aquella canción en la radio, sonreí feliz y llena de confianza, entregada a la misma vida que me abraza tan amorosamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario