Almas catapultadas
del éxito al abismo,
minutos terciados
descarrilando aullidos de locura
entre religión y sistema,
culpables y justificadas.
Él se adentra en la nada,
de otra mañana
cualquier día,
vuelve sus pasos solos,
arranca chispas
de una cadena imantada,
Falta el espacio
que asegura la errata
donde ella,
abre la puerta
docenas de veces,
siempre esclava de sus gestos,
vuelve a ser
autómata en la sala
Inciden ángulos,
esquinas sombreadas
bajo una obtusa mirada
que comprender sin ganas.
Sortean cortinas,
blancas y pesadas
arrancan vestiduras
de estátuas apenadas
por la tarde que cae
demasiado aprisa,
que nunca me espera,
nunca deja tiempo
a que la siga,
a que le hable al oído
y que mi sola voz
le pare en seco,
y no vuelva
que no me abandone nunca
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