sábado, 1 de abril de 2017

Nublado

Se ha ido cerrando la luz del día hasta constreñirse en una arrugada franja que sólo se perfila sobre la brillantez de los colores de árboles, lilas y algunas macetas floridas en las ventanas. El contraste sobre el gris cobalto acentúa la vibración lumínica del color hasta lo insospechado y el frío repentino y glaciar sorprende una primavera desnuda y exultante de gozo creador.

La ciudad se ha quedado casi desierta. Tardes de sábado muerto, de barrio muerto en calles vacías que transita un aire desapacible y triste, helado y duro.

Sirenas a lo lejos anuncian actividadades remotas e incógnitas, semáforos vacíos encienden y apagan su sincronismo neurótico sin coches ni peatones que los crucen.

Sucesos cotidianos y extraños como sombras ocultas que se ciernen y apagan luces, escamotean o usurpan posts, momentos de desasosiego y miedos atávicos ante amenazas remotas que nunca han cesado pese a los loores de la democracia y la libertad de expresión.

Tardes de espacio y tiempo, tan largamente soñados, como dice Proparoxítono de "edredón mío, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día", dulce momento de melancolía y sueños errantes en alertada soledad reflexiva y serena.

La luz siempre vuelve a resplandecer.

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