Seguir cabizbajos bajo árboles pinchados, tostones de oro y rostros reales de embelesado pasmo por permanecer entronizados. Los medios dieron cuenta de los fastos, de la incontestable necesidad de las figuras de semejante escaparate. ¿Quiénes sin aduladores ni orquestados oficiantes?
En otros tiempos, el populacho hubiera hecho coplillas nacidas entre un saber enraizado de sembradas dudas y la solfa en dónde hay que poner y tomar las cosas.
Las grandes palabras huecas que componen otros, discursos y puestas en escena de la idealidad, del estar por encima y ser sombra eterna por los siglos de los siglos que nos sigan rebajando y avasallando.
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