Nunca quiso estar
de donde nunca se fue
hacia ninguna parte.
Leguas de fuego
helaron su espalda
y platearon caminos
que abandonar
por surcos y tropiezos,
aguas turbulentas
y remolinos
monstruosos.
Claridad en la ceguera,
deslumbrado de negruras,
manos que tocan sin ver,
ojos que callan
al hablar y la cadena
que le une a los vivos,
y la bola que
oprime su escape
a ras de tierra,
gigante herido
que mora eternamente
dentro de una montaña
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