jueves, 19 de marzo de 2020

Ensayo General

Comenzó a partir de la primera señal fue la caída e inmersión de mi dispositivo en una inodoro.
Mi memoria, mi forma de funcionar y futuro perdidos, no solo la información almacenada, también mi forma de respirar, pensar y moverme, comencé a notar una leve sensación de anomalía. Intenté paliar la situación con otro dispositivo aunque con diferente sistema operativo. Error, el fallo multinformativo se había desatado inconteniblemente, falle 3 veces el PIN, sin tener disponible el PUK. Justo en ese fin de semana, justo en ese momento de necesidad más ajena que propia, pero dependiente de mí. Incluso la reserva larga y detalladamente realizada, falló aunque se pudo resolver improvisadamente entre sudores nerviosos, apresuradas explicaciones y unas crecientes ganas de toparme con el culpable y estrangularle, mientras aparentaba un cordial estado de ánimo que acabo en reiteradas visitas al baño tras la comida.
Escasamente dió tiempo a vernos cordial y previsiblemente. 
La sucesión de hechos se acumuló y precipitó sin tregua, y entonces me encontré golpeada bajo un océano de dolor del que salí a flote en un grito seco para recuperar el alma, si aún quedaba alguna en mí.
Primero el alma, luego asegurar si era posible moverme y como.
3 meses inmersa en la vibración del dolor, mi vida en una campana de incesante vibración y un epicentro donde apreciar mi declarado abandono, la única certeza: a nadie le importas. Ni siquiera distingues la luz de la noche, el frío del calor, da igual, es idéntico asistir a las rutinas de otros a la representación de las costumbres familiares que se nos han enquistado como un tumor imposible de extirpar si no es a costa de la propia muerte. El desamor, el pobre cariño que decimos tenernos de forma apresurada para que pase pronto y no nos desgarre por completo la cruel realidad de lo que los años traen inaplazadamente.
Tres meses, el plazo, la convicción de entregarme lejos y por completo a una huida inmolada, fuera de toda esperanza, tan solo vender mi alma al miedo del vacío y en un rápido cambio de rumbo hacia lo desconocido, acallando el evidente deterioro ante ausencia social a la rutina acostumbrada.
Apenas empecé, cuando todo se precipitó de un día a otro, a cada segundo, el fin del mundo conocido, un golpe seco hacia ninguna parte. Una guerra sin enemigo que golpear, un mismo miedo a seguir y no volver, un rasero de lo básico que nos une y que aún podemos perder más, todos cada uno y en cualquier momento.
Por habernos dejado vencer y vender durante tantos años, por ceder nuestras almas y fuerzas al imperio del tener y no tener y olvidar que somos y estamos excluidos en el último caso.

  

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