domingo, 12 de febrero de 2012

Vagones


Quién sabe si debería haber cogido otros trenes o haber pedido algunos. Tal vez haber llegado más lejos o simplemente verlos pasar. Ahora en buena compañía de mi misma, recuerdo los años en que me costó sintonizarme interferida del mimetismo tribal. el que parecía único camino para la inclusión social e ingreso a la vida.
Huí de mi misma largos años pensando que era bueno formar parte de algo: ser normal. Me sacrifiqué a las convenciones que denominan una vida decente para descubrir que ni es vida ni decente, ni siquiera única.
Generación a generación rindiendo culto a su juventud viviendo de las rentas de aquellos días, buscando una deificación de sus días de inconsciencia para inconscientemente repetirlos. Sin cuestionamiento posible: así seguiremos jóvenes para siempre. Animales de aburridas costumbres.
Ofrecí, pues, mi alma al pragmatismo e irreales cuestiones que generalmente componen las obligaciones laborales y la fiebre del siglo XX atacó mi naturaleza tranquila exacerbando ajenos sentimientos de triunfo, reconocimento laboral, status social y parabienes varios que a mi alrededor se estilaban y que yo temía no poder alcanzar.
Hoy he sido tentada de nuevo con la manzana que contiene el gusano de la ambición. Vale, una manzana pequeñita, pero reflexionando sobre quién soy, dónde estoy, que quiero hacer y que no estoy dispuesta a hacer he tomado MI decisión. Seguiré apartada, a gusto en mi humilde labor diaria que me permite disfrutar a partes iguales de lo exacto, lo probable y lo humano. Desapercibida para el resto, plenamente yo gracias a un aintrusión temporal casi mínima.
No merezco perderme de vista.

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