Ahí
se quedó lo nuestro,
lo que nunca ha sido
el tiempo perdido,
la manecilla que falta
a un reloj,,
lo que ocultas
y lo que nunca dirás.
Truncadas ramas,
vidas fugaces y,
la entidad oculta
que nunca conseguimos
ofrecer.
Un frenazo seco
que desata la locura
y la ira convulsa
que termina refugiándose
en las lágrimas.
No existió salvo aquello
que quisiste contar
y las verdades propias
lo son a medias
cuando ajena es la mirada.
Pongo leyendas en tu nombre
y recreo hazañas
heroicas en la distancia
mientras te ofrezco la comprensión
infinita hacia otro ser
justificado, erróneo,
superviviente, al fin,
donde no existe otra posibilidad.
Una guitarra se desliza
burlona y antigua
por deltas y arrozales,
advirtiendo que nada es demasiado
importante cuando el protagonista,
al fin, siempre acaba muriendo.
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