domingo, 4 de marzo de 2012

Cualquier Otra Historia

Todo pareció ser ajeno, desconocido, cuando me predisponía a disfrutar de un presunto anonimato sin más, pacífico, una libertad creativa que sólo me a mí me concernía.


Poco tiempo después debí realizar alguna cortés e inocente visita en aquel vecindario, algo debió llamar mi atención o parecerme interesante por no recuerdo que motivos. Entonces yo era otra persona, entonces era un hombre curtido en el sufrimiento, aferrado a la soledad como salvavidas pero aún sostenía un atisbo de compasión a mi alrededor.


Todo cuadra y descuadra ahora, una alucinación y un prefijo que marcar antes de volver a hablarle otra vez mientras miro su mano y reconozco su huella dentro de mi cuerpo, mientras abro mi boca y deposito una cucharada de nata sobre mi lengua a la espera de que alcance el verdadero significado que encierra mi gesto, atrapar su pene en mis labios y, lentamente, besarlo, succionarlo, lamerlo hasta depositar su lefa en mi boca, sólo el preludio de su más profunda introducción, hondamente entre mis nalgas precipitando una brusca urgencia por tenernos.


Usamos de ese pasatiempo sin tiempo, imposible e irreal, sostenidos en la distancia que marca una mesa o se despliega en una servilleta, no es posible ser depredadores sexuales- Ahora, para evitarlo, están un tenedor y un cuchillo, escuadra y cartabón, o un compás que marca la sombra trazada.



La tarde se apresura en bajar ante un sol de pegatina y hielos, otra vez fingiré tocar su piel de forma distraída, cuando quisiera besar su cabeza y ávidamente comer su boca para invocar la locura, el despertar y la alerta de todos los sentidos que tan educadamente mantengo fuera de la vista, agazapados y heridos.

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