Ignoro el motivo por el que no se ha canonizado o santificado a Onán, ese singular y gran bienhechor de la Humanidad, ese amigo de cada quién y cada cual, ese que siempre nos tiende su mano donde y cuando más falta nos hace. Pero no, venga a darnos con el pecado y el infierno en la cabeza, con que si te quedas ciego, o no creces, esto último parece fruto de la confusión por similitud gráfica y fonética con el enanismo. Hoy en día no sé que diran a estas nuevas generaciones, tal vez que no conseguirán un chalet el día de mañana o algo así. En realidad tales amenazas sólo se solían aplicar a los chicos pues las féminas carecían, entre otras cosas, de sexualidad a los ojos de guardianes pastorales del rebaño. Sólo de vez en cuando consideradas objeto de deseo y, como tal objeto, pecaminosas.
Ay Onán, Onán bienamado, Onán y onanismo, Onan y onanista. El tal Onán aparece como segundo hijo de, veamos, Judah. De esta gente se habla, y no muy bien dado los lapsos, lagunas e intereses fundamentalistas en la traducción, en la Biblia y más concretamente en el libro del Génesis.
Se dice que casado con la viuda de su hermano Er, Tamar no quedó encinta de Onán y éste desparramaba su semilla por los suelos, de ahí parece haber surgido el coitus interruptus más que el onanismo pero es que todo lo que no sea procrear se mete y viene a dar en el mismo por saco. El hijo que tuvo Tamar según las cuentas debía ser de Er, así que vaya Ud. a saber entre cuentas, familiaridades y otras cuantas confusiones más, lo que en realidad sucedió.
Un individualismo tan acérrimo resulta peligroso en una sociedad en la que somete a sus componentes a un control hasta las últimas consecuencias: cuerpo y alma.
En los comienzos del siglo XVIII, un monje inglés edita un panfleto donde profiere terroríficas advertencias contra la masturbación y la rebautiza onanismo. En apariencia la primera obra médica dirigida contra la masturbación apareció en 1710 y su autor fue un médico inglés llamado Becker, quien publicó Onania, en clara alusión bíblica. La idea de que es un acto pecaminoso, contra natura, comienza a transmitirse de generación en generación, hasta que en 1758 este delito de confesionario pasa a ser aceptado por la medicina de la época. Un médico suizo llamado Tissot se convierte en su abanderado y llega a afirmar que la masturbación era la más mortífera y siniestra de las prácticas sexuales. Como producto del contubernio religión-medicina comienza a desplegarse, de allí en más, un amplio catálogo de enfermedades. Tissot no sólo le atribuyó a la masturbación –en su propio tratado llamado Onanismo y advertencia al público en general con respecto a su salud- ser la causa de agotamiento, nerviosismo y locura, sino que llegó a sostener que al daño físico y psíquico sobrevenía un daño moral con el castigo divino consiguiente. Allí también afirmaba que la pérdida de una onza de semen por vía masturbatoria era tan debilitante como la pérdida de 40 onzas de sangre. Para ese médico y sus seguidores el onanismo producía:
Melancolía
Crisis histéricas
Ceguera
Impotencia
Esterilidad
Oligofrenias y demencias
Cardiopatías (llegó a describirse un corazón del masturbador)
Adelgazamiento y tuberculosis
Calvicie
A lo enumerado habría que agregarle las afirmaciones de la mitología popular de que la práctica masturbatoria hace aparecer pecas en la cara, pelos en la palma de las manos, acné, descalcificación ósea, crecimiento de verrugas; lleva a que se sequen los testículos, o se caiga el clítoris, o se reblandezca el cerebro. Un educador alemán aconsejaba a sus colegas que enfrentaran ante un espejo a un adolescente sorprendido en actitud masturbatoria y le dijeran : “Ësta es tu imagen de la muerte, el vicio te llevará a la tumba”. Con razón Michel Foucault postulaba que “el sexo del colegial llegó a ser un problema público durante el siglo XVIII”. Así nace el concepto, en las ciencias médicas, de locura masturbatoria, definida académicamente por el psiquiatra alemán Krafft-Ebbing (1886), quien difundió la idea de que, en la base de ciertos cuadros psicóticos, estaba la práctica masturbatoria.
La masturbación, definida como la autoestimulación genital a solas, responde a una pulsión, a una necesidad de reconocimiento corporal o de satisfacción del deseo a través de caricias en los genitales. No solamente durante la pubertad: también en niños muy pequeños, que incluyen el hecho de tocarse entre sus juegos más recurrentes. Hay quienes piensan que esta actividad en los pequeños debería reprimirse, pero el castigo del toqueteo o de la autoestimulación genital no tiene ninguna utilidad ni resultado positivo: en la práctica no resulta. En este sentido podría citar una infinidad de recursos aberrantes que se probaron con esa finalidad represiva:
Atarlos con sogas y cadena
Evitar camas mullidas y habitaciones calefaccionadas
Quemarles las manos con ladrillos calientes
Sujetar el pene con unos bragueros o atarles campanillas
Cinturones de castidad
Jaulas con clavos, rodeando el pene, que lastimaban al erectar
Operaciones mutilantes y castratorias
Clitoridectomía -extirpación del clítoris- en la mujer
Cauterización de la médula dorsal para desensibilizar los genitales
Otros afirmaron que la eyaculación precoz es causada por la masturbación pero no existe una relación lineal entre una y la otra. A lo sumo podría decirse que muchos son eyaculadores precoces no por masturbarse sino por masturbarse incorrectamente. Esto quiere decir que muchos varones, cuando se autoestimulaban, lo hacían sin solución de continuidad hasta eyacular, sin interrupciones ni demoras. Otros, en cambio, con intención de prolongar sus sensaciones placenteras, interrumpían sus caricias o masajes cerca del momento límite, preorgásmico, y luego volvían a comenzar, varias veces, hasta eyacular. Los primeros responden al modelo masturbatorio del eyaculador precoz; los que practicaron espontáneamente el parar y arrancar no tuvieron, en la mayor parte de los casos, ese problema.
A finales del siglo XIX comienza a producirse un cambio de mentalidad y a considerarse que la masturbación no era causa, sino que podía, en los casos compulsivos, ser consecuencia de desordenes mentales. Entre 1911 y 1912, en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, hubo un Simposio sobre el onanismo. Allí, Freud habla de un retorno terapéutico del onanismo; en el mismo encuentro, Wilhelm Reich llegará a decir que “si un paciente logra su primer orgasmo, por lo menos masturbatoriamente, es un logro en camino hacia la mejoría”. También sostenía que los padres intentaban suprimir la sexualidad infantil para facilitar la sumisión de los hijos al poder de la autoridad paterna.
Los aportes del médico vienés se dieron a conocer con el nombre de Contribuciones para un debate sobre el onanismo. En un párrafo Freud decía: “También puede hablarse de un retorno terapéutico del onanismo. Muchos de ustedes ya habrán hecho, como yo, la experiencia de que es un libre progreso que el paciente ose de nuevo practicar el onanismo en el curso del tratamiento”.
Para hablar de cifras, en 1953, el Informe Kinsey consigna que un 92% de los varones y un 63 % de las mujeres afirmaban haberse masturbado alguna vez-
Es interesante señalar que, en nuevas encuestas (Informe Hite y otras) esta diferencia entre los sexos tiende a reducirse cada vez más.
Como digresión literaria citaremos algunos escritores que en sus obras comienzan a desdramatizar, cuando no a elogiar, esta práctica, como es en los casos del norteamericano Henry Miller; la portuguesa Anaïs Nin; Phillip Roth que, en su Lamento de Portnoy, describe con lujo de detalles las prácticas onanistas del personaje; la obra de Charles Bukowsky y Woody Allen (tanto en sus textos como en sus films); más cerca nuestro, Julio Cortázar en su Libro de Manuel, nos describe el caso de Lonstein, un cultor del sexo a solas, que ha llegado a perfeccionar la técnica requerida para disfrutarlo al máximo y nos propone un auténtico Manual del onanista consumado y feliz. O como en el caso de varios personajes de la novela La cara de Dios del Dr. Adrián Sapetti que viven atrapados en una constante dualidad: atemorizados por el anatema religioso y la vigilancia familiar, tanto como tentados por los deseos de conocerse sexual y genitalmente a través de la masturbación y de las fantasías adolescentes. La lista sería larga e interminable mas deberíamos rendirle tributo a nuestros geniales antecesores que se burlaron con talento y exquisitez de los sectores conservadores y retardatarios: Bocaccio y Aretino, Chaucer y Sterne, Petronio y Alphonse Donatien –el divino marqués-, el colega Rabelais y Voltaire, Vatsyáyána en el Kamasutra. También la escritora Dorothy Parker aportó su fina y aguda visión del asunto llamando Onán a su propio loro "por derramar sus semillas por el suelo".
Puede ocurrir que la masturbación responda a causas no eróticas como estados obsesivo-compulsivos o como forma de calmar momentos de angustia. Es aquella que se hace sin placer, como un ritual, impulsivamente, o a la que se recurre frente a una situación tensionante, a veces sin importar el lugar, el momento o el entorno. Cualquier estado de angustia que provoque displacer, lleva a una masturbación como manera de vivenciar, aunque efímera e ilusoriamente, una sensación placentera pero no suele ser eficaz para resolver ningún conflicto. Si un chico se estimula sus genitales es parte de su desarrollo psicosexual, pero si lo hace en público, en la escuela o de una manera irrefrenable, no es que tenga un problema causado por la masturbación sino que se masturba como consecuencia de una dificultad a la que no encuentra solución. Otro sería el caso de aquellas personas que se masturban de manera excluyente y no entablan relaciones con ningún sexo. Podría encubrir personalidades esquizoides, introvertidas o fóbicas, o aquellos con aversión sexual que temen el contacto con los otros y prefieren refugiarse en un mundo de fantasías por temor a la realidad.
Es bastante común que las parejas practiquen juegos de estimulación manual-genital, pero a esto yo no lo llamaría masturbación (que, sensu estricto, significa estimulación sexual por uno mismo, a solas) ya que es un juego erótico de estimulación compartida. Una variante sería masturbarse mirando a la compañera; otra serían aquellos que necesitan de la estimulación directa para poder concretar el acto sexual. Por ejemplo, en los varones que han cruzado la barrera de los 50, puede ser un recurso que utilicen ellos mismos frente a sus parejas.
En otro orden de cosas, hay eyaculadores precoces que la utilizan previamente para hacer más prolongado el coito, pero es un pésimo recurso porque a medida que pasan los años, el período refractario es más largo, la capacidad de recuperación disminuye y conseguir una erección y, más aún, un segundo orgasmo, ya no resulta tan sencillo como a los 20 o 30.
En los adolescentes se da con mayor frecuencia debido a la irrupción de un intenso impulso sexual por la llegada de hormonas al torrente sanguíneo, lo que produce una intensificación de la libido (energía sexual). Los jóvenes pueden hacerlo una, dos o más veces al día, sin que los afecte en nada, porque ese flujo hormonal les otorga una pulsión sexual que necesitan canalizar y que su plena vitalidad permite sin consecuencias ulteriores. Si bien es cierto que disminuyen la frecuencia masturbatoria cuando comienzan a hacer el amor con las chicas, suelen coexistir ambas prácticas.
No todos los varones se masturban igual: si es con la mano, hay diferentes formas de frotar el pene. Está quien utiliza toda su mano y aprieta fuerte el miembro y aquel que sólo utiliza el dedo pulgar e índice a modo de anillo. Muchos, varones o mujeres, no recurren a sus manos y se frotan contra el colchón o una almohada, pero en algunos de estos casos donde se evidenció un rechazo a tocarse podíamos ver, a posteriori, cuadros de eyaculación retardada o ausente y anorgasmias o fobias sexuales. También ciertas personas se excitan adicionando un estímulo anal o acariciando partes de su cuerpo, otras disfrutan frotándose con cremas, viendo películas pornográficas o mirando fotos de desnudos.
En determinados casos podríamos detectar comportamientos patológicos, como aquellos que se dan fuera de contexto. Si un individuo en vez de hacerlo en su intimidad se masturba públicamente mirando parejas, es evidente que estaría encuadrado en una parafilia -cuando se necesitan de actos inusuales o extravagantes para lograr la excitación- : en este caso son exhibicionistas o voyeuristas (es interesante ver que es una parafilia detectable, casi de manera excluyente, entre los varones). Otro rasgo que podría denotar cierta distorsión de la norma es cuando se vuelve un modo exclusivo de obtener placer. Habría que revisar en estos casos qué es lo que impide relacionarse sexualmente con otras personas porque, evidentemente, algo no está funcionando adaptativamente en su estructura psicológica, hecho frecuente en las aversiones y fobias sexuales.
La masturbación femenina ha sido más reprimida y censurada culturalmente que la masculina. Si bien los varones, con o sin culpa, lo hacen, muchas mujeres han inhibido tal posibilidad. Aunque algunas de ellas no reconocen una masturbación directa, al interrogarlas recuerdan ciertos juegos que son evidentemente sucedáneos de ella, como por ejemplo colocarse las manos o un almohada entre los muslos o frotarse contra la cama o algún borde. Si bien hay mujeres que disfrutan de su sexualidad sin haber pasado por la etapa de autoestimulación, observamos con gran frecuencia, en aquellas que nos consultan por anorgasmia, que en sus antecedentes sexuales no registran el haberse masturbado, lo que permite avizorar una falta de permiso para explorarse y reconocerse genitalmente y esto frecuentemente se liga con la dificultad de llegar al orgasmo.
En Sexología se habla de la posibilidad del empleo de la autoestimulación con fines terapéuticos, siempre y cuando el paciente lo acepte, para revertir casos de eyaculación precoz y retardada, anorgasmias o disfunciones erectivas. Si bien excede los marcos de este trabajo una detallada descripción del uso de la autoestimulación en el marco de las Terapias Sexuales se puede decir que es un instrumento técnico de primer orden (como es el caso de las técnicas de parada-arranque, a realizar fuera de la consulta, o el método de Semans) en programas de tratamientos para eyaculación precoz, anorgasmias, disfunción eréctily fobias sexuales del varón y la mujer. El objetivo inicial consiste en la eliminación de tantos factores de inhibición como sea posible ya que muchas veces la presencia de otra persona ejerce un efecto inhibidor importante, hecho observable en las fobias sexuales. Se intenta reducir la ansiedad y exigencias de rendimiento del paciente, dándole –a través de técnias conductuales, cognitivas o gestálticas- un cierto “permiso” para lograr el orgasmo o la erección. Tendría que destacar que las Terapias Sexuales suelen ser de mayor efectividad cuando el tratamiento se hace en conjunto con la pareja. En el caso del eyaculador precoz se intenta que sepa reconocer las sensaciones preorgásmicas y detenerse a tiempo, cosa de lo que no tiene un claro registro, para reeducar los tiempos internos del individuo en aras de prepararse para sus encuentros sexuales posteriores.
En muchos casos de eyaculación retardada o de aneyaculación se detecta –amén de denotar una cierta estructura obsesiva y controladora de las emociones-, que este tipo de pacientes no se han tocado los genitales ni se masturbaron, salvo por frotamiento en la cama, sin intervención de las manos y de una manera ritualista. En estos casos, en los inicios de la terapia, se intenta que logren autoestimularse tocándose los genitales y que puedan eyacular –en algunos por primera vez en su vida- por vía masturbatoria.
Algo similar ocurre con las mujeres anorgásmicas: existe una cierta correlación entre su dificultad y la represión de experiencias masturbatorias, incluso en su adolescencia. Bastante común es observar que en las anorgasmias primarias se nota una ausencia de historia de autoestimulación (incluso muchas veces refieren que ni se han mirado sus genitales: hecho común en las fobias a la penetración, el vaginismo y el matrimonio no consumado).
La autoestimulación junto al estímulo visual fue utilizada, en varones con disfunción eréctil de variadas etiologías, en algunos trabajos de investigación con el citrato de sildenafil -inhibidor selectivo de la fosfodiesterasa V- y en estudios abiertos, naturalísticos, en pruebas de seguridad y eficacia con este efectivo y novedoso fármaco.
La masturbación está presente durante toda la vida de hombres y mujeres hasta sus últimos días y es un elemento terapéutico en el abordaje de las disfunciones sexuales. Insisto en la idea de que se trata de una práctica íntima, privada, que puede asociarse o no con la relación que se tenga con los otros. Es una manera de mantener activo el erotismo y muchas personas recurren a la autoestimulación en momentos donde no pueden, por circunstancias especiales, tener relaciones sexuales con sus compañeros; por insatisfacción; por soledad o como una variante más en el infinito marco de posibilidades que permite el encuentro amoroso. La Sexología moderna no afirma que hay que masturbarse de manera obligada ni que el que no lo hace es un reprimido como tampoco creo que la masturbación deba ser realizada, aconsejada y hasta tecnificada terapéuticamente de una manera generalizada y unívoca. Las creencias religiosas y los valores (concepto axiológico) tienen vigor y, por otro lado, muchas personas no necesitan hacerlo porque se encuentran sexualmente satisfechas. Pero también es cierto que se debiera aceptar que, aquel que lo desee, por insatisfacción, necesidad o alternativa, pueda masturbarse sin culpa, censura, castigos, temores.
Cómplices de nuestra propia piel e imaginación, a nuestro ritmo, en el mejor momento de deseo, oportunamente, y sin necesidad de dar explicaciones.
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