Sola o en compañía de ellas, amables y bellos animales que me permiten pensar en ellos y también en mis cosas, cuando tecla en ristre y Word cerrado por una infeliz costumbre, fea y perniciosa lo confieso, volvió a suceder.
El ser humano, mea culpa, ¿es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra? ¿O una forma de emoción añadida y desafio que me impulsa al abismo de crear instantáneamente ante el editor comunitario en blanco y sin red? Dioses administradores de insondables designios y crueles castigos una vez más me inmolo a mi propia inconsciencia.
Algo en la edición, la publicación o el borrador sucedió sin previo aviso ni indicio alguno y cuando todo parecía concluido y listo para ser colgado, la muerte súbita se manifestó en el anunció del post 13930 en lo alto de la barra del navegador, número infernal, número legión de exterminación, lugar numeral donde algunos, siempre los mejores, de mis posts descansan suspensos en la nada cibernética o arden en su infierno.
Mis musarañas tiemblan a su sóla mención y yo dejo de pensar por completo.
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