Abrí los ojos a duras penas, salía en la tele su imagen y creí entender que en medio del debate de la nación había dicho aquello de "Saben aquel que diú ...". Reconozco que no escuché tales palabras, ni tampoco otras, pero la somnolencia sólo me algunas pistas del lenguaje corporal con que forzaba un dinamismo y una alegría inusitados.
El circo estaba servido. Escuché, ojos cerrados, aplausos desmesurados resonando como una lluvia torrencial sobre los cristales y los techos de los coches. Abrí los ojos, un forzoso opositor de aspecto beatífico y mesuradas barbas ataca acostumbrado al mismo discurso, monólogo, ¿club de la comedia? en un parlamento aislado del mundo real donde jocosos diputados jalean y ríen las gracias, a un lado y a otro, de sus púgiles. Discursos largos y cortos, que acusan o escurren bultos, debates que abren debates y no cierran problemas ni filas entorno a nada.
Cerre los ojos pero ya no pude volver a dormir, tenía una pesadilla despierta.
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