Bordea el andén el loco, gorro de lana hasta los ojos, baja estatura, arrugada piel de inconcluso color, ojos demenciados e iluminados de terror. Masculla su letanía compuesta de noticias recogidas en hojas de periódico sueltas, viejos sucesos que su memoria descarga entre chispazos de eléctrico alcohol, marginación y miedo a cualquier ser humano a su alrededor. Le sigue otro loco al cabo de diez minutos también al borde de una andén precipitado de pasajeros ajenos y enajenados, busca una dosis de lo que sea, urgente cuerpo de dolor y de un universo entero sin poder aferrarse a nada a nadie.
Cientos de pasajeros dan rodeos en idas y venidas apresuradas, clasificados en permutaciones y probabilidades previstas en billetes programados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario