Leí en Internet, no recuerdo el blog, que el amor eterno dura tres meses. Dado el medio en que nos movemos le doy un mes y medio.
Internet, la virtualidad, acelera nuestras maltrechas partículas de espacio y tiempo adultos y las lanza cual acelerador suizo produciendo conexiones, sinapsis insospechadas, hacia otros sistemas nerviosos, otras mentes, pensamientos, palabras y realidades en principio virtuales. Correos, blogs, mensajes instantáneos, videoconferencias en los casos más sofisticados, nos permiten un alcance impensable, un mundo en el que la distancia es apenas una ausencia de presencia física, en el que expresarnos está relacionado con comunicarnos de forma extensiva y expansiva. Las relaciones humanas que se crean son más sencillas y de más rápida vinculación, tal vez el poder no distraernos con nuestros otros sentidos no usados en este medio o el poder ocultarnos o mostrarnos a nuestra necesidad, incluso crear personajes o fantasías nos otorga una coraza de invisibilidad y pretendida invulnerabilidad.
Pero volviendo al punto de los sentidos en desuso, ¿podemos realmente prescindir de ellos en nuestra comunicación? Somos rádares de señales verbales y no verbales, inconscientemente estamos analizando a nuestro interlocutor y procesando información sobre él. ¿Cómo suplir esta desinformación? Complicado. Cuando la fe, la confianza, la buena voluntad parecen probadas, en ocasiones, conocernos en la realidad del mundanal ruido es el siguiente paso a pesar de cierta resistencia a ser descubiertos detrás de este refugio.
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