En un suceso entre los sueños,
encuentro aún entre mis manos
fragmentos de la melancolía
que llevas tatuada
en la hermosa piel
de la que te recubres.
La ciudad se pinta de otoño,
la ciudad acoge,
con una extraña maternidad,
nuestra tímida aproximación
que evita lanzarnos inmediatamente
a la absoluta desesperación de la fugacidad,
volando por atraparnos
en cada respiración,
desde cada mirada, entre penumbras
de hojas pendientes de caer.
Atisbo del momento eterno, el no tiempo,
cuando ya es hora de regresar
al inexorable invierno
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