miércoles, 25 de abril de 2012

Banco de Satán ...der, Joder

Aquella mañana todo estaba mal, todo venía del revés. El mundo con toda su maquinaria había puesto pies en pared en contra de él, aquel minúsculo y desarraigado atajo de marginalidad. Decidió que daba igual, que tiraría como pudiera y se plantó masticando adrenalina y su desesperación ante la puerta de aquella sucursal que brillaba roja como las puertas del infierno.

La cola pesada y lenta se compone de toda suerte de individuos y él se siente el más pobre entre todos, un desgraciado y un infeliz que nada tiene salvo unos números que hacen juego con los del banco. Media hora después sigue esperando, en la ventanilla un cliente ha pedido 50.000 ptas en monedas de 25, lo que faltaba, el gilipollas de turno. El director sonríe y ríe las gracias del ricacho de turno que bromea sembrado según parece por las contorsiones que hace el primero.

Tres cuartos de hora después siguen quedando 3 personas delante. Enloquecido agarra a la señora que tiene delante del cuello y grita a los cuatro vientos que la va a matar si no le dan el dinero de la caja. No, ya no quiere hablar con nadie, ni rogar nada, ni humillarse, sólo acabar de una vez con ese y todos los problemas.

El director, con una mueca sonriente, ha mirado de soslayo y ahora se acerca hacia él, súibitamente revestido de sumisión, humildad y tacto. Seguro y mirándole a los ojos se dirige a él. No, no hay ningún problema suelte a esa mujer y aquí vamos a resolver sus cuitas. Desconfiado, receloso y harto, él aprieta más a la mujer sabe que aquella locura no puede acabar bien, pero debe seguir inexorablemente con el plan del destino, quizá sea la única forma de cambiar las cosas.

El sibilino director insiste, dueño de la situación en aquella oficina de empleados diligentemente lameculos y casi por arte de prestidigitación se encuentra liberada la instantánea rehén y él sentado en el despacho del director, fumando un puro que le marea y atendido de forma personalizada. No, el director no necesita llamar a la policía salvo que la clienta quiera presentar una denuncia.

Primero le ofrece un crédito al 25% como eficaz solución a sus problemas mientras llena sus manos de catálogos, le regala dos calendarios y unos bolígrafos, despachándole por la puerta no sin antes llenarle los bolsillos de caramelos, mientras alza las cejas a López en una muda y cómplice pregunta sobre la clienta. Todo está bien, puede irse. Ya saben donde vive, ya saben cual será su vida y su mueret se regocija el director viendo como se aleja aquel pobre diablo, mientras por detrás de su traje de franela asoma un rabo puntiagudo que mueve complacido.

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