Luces de halo mortecino disparando la visión
que magnifica el mundo ante lo irreconocible,
alertados sentidos cegados de mermadas
capacidades sensitivas, cuando los ojos
brillan desde su propio reflejo
y dilatadas pupilas abiertas de par en par
en el alma encogida bajo la inmensa noche
que nos cubre y descubre amorosamente
ante danzas antiguas, bajo remotas pasiones
de eterna vinculación y futuro posible.
El mundo se para y comienzan los sueños
con ojos cerrados y abiertos.
Con manos y labios entregados en cuerpo
sobre alma, derramándonos en agua entregada,
en aire suspirado, en miradas desconocidas
y la piel habla de nuevo su lenguaje reconocido.
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