¿Qué hacía yo esta misma madrugada adelantándome al despertador?
Cinco de la mañana, fabulando ideas somnolientas, fraguando palabras al calor de la noche sin aliento ni respiro.
Quería apretar los párpados con fuerza, fijar títulos y los pasos de las danzas que componen visiones y andanzas, lugares e historias, pero el sueño y el paso inexorable de los minutos tornan improbables mis intentos de fijar una sola línea mentalmente, aunque pretenda recordar siempre se escapan furtivas hacia el lugar de donde nunca se vuelve, el olvido.
Hoy abro el blog, tras un transcurso temporal que no puedo delimitar con certeza. Alguién, dice que me echa de menos pero es todo mera conjunción astral. Hoy, cinco de la mañana, mi mente ya rondaba por aquí, entre ideas y ensueños evanescentes.
Suena el teléfono, una llamada monólogante que aprovecho para seguir escribiendo con una sola mano mientras contesto tópicos, monosílabos y cualquier cosa que no sea nada en concreto. Ni un sí ni un no en la respuesta siguiente, según el tono que vagamente creo intuir en mi interlocutor. He zanjado la cuestión incapaz de escuchar por un segundo. Mea culpa. He perdido más de tres cuartas partes de mi vida en entender lo incomprensible, dar sentido a lo que no merecía ninguno, tiempo a quién me lo hacía perder. No, hay demasiada gente que sólo quiere ser escuchada sin ni siquiera cuestionar su propia comprensión. No dar el coñazo simplifica la vida, al menos la de los demás y ahorra tiempo y saliva.
Me disuaden cada vez más publicaciones de inquietante contenido e inconexas palabras capaces de llenar el espacio de basura virtual. Antes fueron desesperados y apabullantes seres los que quisieron arrastrarme en su locura, su egolatría y presuntos sueños, ahora son las palabras huecas y hediondas las que tampoco respetan el sentido ni el sosiego.
También me aterran esas contraseñas, imposibles, inútiles antispames que debo franquear y tantas veces fallo por lo incomprensible y arduo de sus grafías.
Orbito ombligos ajenos escasamente, mientras que nos sobran los egos y nos faltan los motivos.
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