Hace demasiados años que sabe la respuesta y, de hecho, ya ni siquiera toma como propios los problemas, que son más bien circunstancias ajenas a si mismo, a su voluntad, pero con las que convive como algo inevitable y algunas veces algo más molestamente que otras. Fiel a si mismo aunque leal hacia los demás. Sólo el silencio es el espacio, el estado en el que quiere estar, la placidez y la tranquilidad, el sosiego, pero todos gritan y se desgañitan hablando de todo y de nada, de si mismos una vez y todas, aduciendo que todo está mal, es censurable y susceptible de ser convertido en queja, discusión o simplemente convertido en argumento subjetivo.
Si simplemente dice que es su aniversario, la respuesta será: "y el de mi prima, el de mi abuelo e incluso el de cualquier vecino" y la conversación tomará derroteros tan remotos como indeseables. Aún peor es la adulación y la apelación a la vanidad, asuntos que siempre incumben al favor, la llamada de atención y la manipulación como armas veladas de quién los emplea con presumibles fines. Ninguna comprensión, ningún respeto ni deseo de comunicación, nulas empatía y objetividad en el entendimiento, imposible convivencia. Compulsión a la egolatría y al compadecimiento propio, nuevos narcisos atrapados en una pretendida libertad social y personal que pretenden, a toda costa, reflejar su imagen como semejanza del mundo.
Le aburren, aunque nunca da indicios de ello, y lleva tantos años haciéndolo tan bien que casi ya no lo nota ni él. Últimamente, anda un tanto preocupado pues a fuerza de expulsar fuera malos rollos, pesados y egoístas, también está dejando de lado muchos recuerdos y hasta algunos pensamientos propios. Se siente más liviano, algo más feliz tal vez, pero le da miedo perder recuerdos aunque en realidad ya no le hacen falta. El pasado, ese pesado compañero de viaje, que dicen imprescindible para el aprendizaje y la experiencia y del que a esta edad ha decidido soltar amarras como de un lastre inútil. Del futuro no habla, sólo quiere ser lo que es, este momento presente, mientras los demás le vigilan, alarmados, por su pretensión de fuga de la irrealidad.
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