Sola ante mi misma, desnuda, herida de cruda luz, llamando las cosas por su nombre: primer principio de la sabiduría.
Consciente del juego, circunstancia pasajera, mientras sigo avanzando en mi propia búsqueda en desencuentro, perdida entre ojos licuados en vagones sin sentido ni retorno.
Gentes quejosas de enquistados corazones sobre si mismos vencidos, incapaces de amar siquiera a sus propios hijos, perdida toda capacidad de abnegarse, de anegarse en amor, como si fuera posible amar sin entregarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario