sábado, 23 de junio de 2012

Distracción

Entonces solía vagar distraídamente por tu esperanza,

atravesar el umbral de tus ojos sin saberlos,

recorrer la acera de tu puerta entreabierta

sin reconocerla, ni nada esperar del día salvo la noche.

Me arropaba en un abrigo de soledad encubierta,

de añoranza sin objeto, destino sin motivos,

detrás del borrón de la vida que sólo existía confuso

en volutas escapadas a la edad, esa edad

siempre ingrata en la que nunca se acierta a estar.

Un recorrido largo de itinerario fijo y pronosticado,

de pasos mecánicos que siguen uno a otro,

solitarios perseguidores de si mismos.

Una fugaz estrella del atisbo nunca concedido

a la contemplación completa, una nueva duda,

un constante pensar y, de nuevo, la certeza

que no existe salvo en esta cabeza motivada

de distracciones y dada a interpretar signos, miradas,

contar pasos solitarios que se persiguen.

Del mismo cielo que nos cubre pesadamente

la cabeza, enfríando la espalda recorrida

entre una retorcida interrogación, atravesando vientos airados

que me devuelven, inconsciente, a una puerta azul

no llamada y una cara, la tuya, no conocida

y a seguir aprendiendo el tránsito de un nuevo camino

en sombras y tilos de primavera aun no hollados,

dónde todo queda por suceder y aún no ha existido

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