Perpetúa el recuerdo
del vestido que pica
en el centro de la mujer
desnuda y ofrecida
al objeto de su deseo,
cuando cae rubia
cabellera perdida
de carmín vencido
sobre el sexo púbico.
Florece la mueca ávida
del tren no cogido,
del dejado pasar, sólo,
el tren perdido.
Fracciones de segundo
para el olor salobre
de humedad dormida,
que no sabe aún mas intuye,
bajo su naturaleza,
ser convertida al objeto
de deseos ajenos aherrojados
al amor siempre indebido.
Clavando ojos fundidos
en penetrante oscuridad,
ahora penetrando
silencios y espasmódica espera.
Conjura sin palabras
el sabor del sexo enfurecido
y agota, y grita, su nombre
cuando el viento
sortea esquinas locas
en la noche quemada
de las estrellas fugaces
disipando luces nocturnas
que derraman otra vez su haz
entre las manos vacías
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