domingo, 10 de junio de 2012

Hormigueo

El brazo duele desde un estallido indeterminado que irradia hasta la mano, a veces tiene que cogerlo con el otro para moverlo y poder cambiarlo de postura.


Desganadamente, mira sin reparar en las persianas bajadas que parapetan su existencia de un tiempo brutalmente primaveral, un canto a la existencia y la alegría de ser vivo, pero nada llama su atención.


Dos días atrás la vio, estuvo con ella, conversación, prolongar un minuto, siempre se ven, siempre vuelven a hacerlo, pero nada ocurre desde hace un año, salvo la puntualidad de unas citas que entran en la costumbre, en lo correcto, pero en las que se calla más de lo que se habla.


Con ella vislumbró lo que era desnudarse del todo por primera vez. Por completo, y lanzarse lejos de si mismo para abismarse a la vez en su ser a través de otros ojos, sus ojos llenos de asombrada malicia, del brillo del animal que encierra impúdica.


Sabe que callan más que hablan, sabe que ella sabe y ella calla.


No se atreve a perderse y encontrarse, no hay tiempo sólo miedo. Por eso su brazo duele, por eso mira desganadamente sin ver a través de las persianas bajadas mientras siente el incesante e imparable hormigueo de una nueva primavera y se debate en la indeterminación entre el bien y el mal para dejarlo todo a la inacción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario