Sus bellos ojos delatan la distancia de la exclusión, un cierre de filas entorno al clan de la edad idónea y los intereses comunes: argot y freakismo, son la consigna.
Dicen que uno no es nunca demasiado rico ni demasiado delgado, tal vez nunca demasiado joven pero sí, sin duda, demasiado mayor y así sus ojos me lo declaran de forma atemorizada y hostil. No, no pretendo quitarles su derecho a no contemplar el resto del mundo que no se haya hecho a su imagen y semejanza. No pretendo que miren el error de nuestras vidas construidas erróneamente sobre palabras en desuso: sacrificio, compromiso, esperanza, mañana, pero sin ellas no habrían llegado nunca a este lugar desde donde me miran indolentes, desafiantes amos del Paraíso que no existe para mí y por ello a mis ojos ocultan.
Adolescencias eternas, cambios de planes, meteorología del corazón, pero poco a poco inciden en la dinámica previsible. Unos escapan de malas hierbas tempranamente encendidas. Otros experimentan nacimientos sorprendidos y boquiabiertos, aquellos dan un vuelco a su vida o al globo terráqueo, mientras otros quedan en el limbo de alguna sustancia indebida y nociva.
El mundo, aun al revés, sigue siendo el mismo viejo planeta.
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