Viví el instante
que te escribo,
la eternidad
en la parábola
que describen
veinticuatro horas
cayendo en una hoya
de calor,
un desencuentro
un pasillo
de demasiada electricidad,
crímenes ficticios
que
hacen perder
la cabeza
si yo te empujo
hacia sus brazos,
dirijo tu destino
errado
desde mis propios
pecados
usurpando
tu camino
dónde podías,
dije: podríamos.
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