Resuena hueco
el fragor viejo
del saxo cansado.
Premeditados, girados pasos,
requebradas mano
sobre cadera,
mano sobre mano,
Reflejos brillan
escapando desde espejos
de moscas cagados
cuando quiebra
el crujido del músico
sobre el tablado y
un cuello de camisa
demasiado almidonado.
Gotas de sudor caen
a cada nota,
resbalan por su espalda.
Escasos parroquianos
se aferran a este baile
como último refugio
al desencanto, al olvido,
en tanto otros baten
el vidrio del fracaso
sobre el mármol
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