viernes, 20 de julio de 2012

Años

Nunca les pregunté los años que tienen, y aún así no dejaban de empapelar mis oídos de sus gratuitas opiniones. Cierto terror malamente ocultado, una ansiedad fagocitadora, entre los desencajados perfiles vistos venir cada vez más a menudo, aquellos pequeños seres atormentados que han de colocar su opinión para ser, para existir en alguna parte y, a ser posible, en mi mundo.

Soportadas con aburrimiento e infinita paciencia aquellas reclamaciones constantes de atención hasta que un día las líneas de lo permitido se sobrepasan y la estupidez lo invade todo. Así es la ignorancia, temeraria y soberbia.

Al cabo de aquellos años, siempre medidas: tiempo, espacio, constricciones y ubicación, le encontré sin búsqueda. Un hombre insospechado, un hombre de costumbres sencillas y complicadas reacciones químicas mentales. Algo tosco, falto de caricias y entrega. A veces meditabundo, otras exultante de alegría casi infantil, alguna otras taciturno y pesimista.

Abrí aquella caja que era yo misma, quería hacerlo aunque inconscientemente. Ofrecía y derramaba las flores y los frutos en los que me había convertido sobre él, el tiempo de la sazón, la plenitud del sexo y los sueños ocultos llenos de fantasías. Un nuevo yo donde encontrar el Jardín de las Delicias, el compañero de juegos y viajes, cómplice de los besos y las hondas conversaciones.

Sé que tenía ese potencial, pero las circunstancias nunca nos acompañaban.

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