Sin ojos, palabras unidireccionales
y anhelos servidos en nubes de alma
que, abalanzadas sobre un yo, atrapa
débiles señales en una torpe red
pugnando por ser universo,
amo, dios, omnipresencia
de todo el tiempo, del día que sigue
a la noche, que sigue al día
y al infinito inexorable
equivocando día, noche,
semana, mes y año.
Tal vez hablé las palabras
que hubiera querido escuchar
provoco la explosión de la vida
y un renacimiento que olvidé
vivo en mí pero, ausente
de sentimiento, desprendimientos equívocos
y esa ausencia de pudor disfrazada
de pretendida inocencia,
mortal juego de experto ególatra,
se acaban aprehendiendo después
de los sentimientos, de desnudar el alma
rasgando sus vestiduras, de mostrarnos
realmente soñados y recibir equívocas muestras,
juegos y adivinanzas, infundados tormentos
de silencio o no enfrentar, afrontar,
la palabra del otro con el tiempo,
ni siquiera a tiempo,
que siempre nos equivoca
para acabar traicionándonos
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