Suave gesto de requiebro,
tus manos sujetan ligeras
mi cintura. Comes mi boca
deslizándote en mi cuerpo
asediado de encuentro.
Bebiendo mi pelo, mis oídos
y mis pechos
en tu boca sedienta y piel
suave, anocheciendo a
sentidos ciegos y exacerbados.
Mi sexo en tu sexo alcanzas,
cuando me pierdo en la inmensidad
de tu pecho amado,
anclado en mis ojos donde
tus ojos arden.
En tus brazos arbóreos me
elevas y hundes en placer
desbordado. Manos
desconocidas desvelan
prohibidos tesoros ocultos,
recorriendo deseos
no pronunciados,
adivinándonos en cada
gemido, cada latido suena
distinto, alcanzándonos
entre el temblor fugaz
y derramado de este momento.
Perdidos y encontrados
en el rocío del sudor
recien nacidos
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