El sol convierte el presente en una proyección infinita de fotones diferenciados entre absorciones y expulsiones cromatográficas y unas cuantas moscas en mis ojos cansados.
Puedo proyectar este momento en el futuro y en el pasado, sé que quisiera que fuera diferente pero las sensaciones de déjà vu me asaltan en un horrorizado reconocimiento de lo repetitivo que reconozco probable hasta en la visión de futuro.
La sequedad ocular, se suma al pellizco de náusea que me mantiene despierto en este ambiguo lugar donde represento una función, quizá la de una incógnita en una ecuación o un punto que tiende al infinito desconcierto, al absoluto aburrimiento.
Los silencios proyectan sombras en caulquier relación humana, siempre incierta y circunstancial, provocando miradas de reojo desconfiadamente, atisbando fantasmas y extraños sucesos de torcida interpretación y terribles significados.
Sostengo una mirada apantallada, recreo un absurdo morse con mi dedos sobre un teclado donde proyectar un borrador fallido de comunicación, un trance con mi córtex que abarca el vacío del ser, la insondable oscuridad bajo la que razona y mueve la mente hasta convertida en palabra.
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