Ayer tenía el título que martilleaba en la cabeza y precedía a la apertura del continente de las palabras surgidas de recovecos remotos de la mente y su pensamiento. Todo era claro, pero no tenía teclado, bolígrafo ni papel o dictáfono donde volcar aquella sucesión espontánea y torrencial.
Los recovecos realizaron sus movimientos internos, ¿alquimía cerebral o transmutación de las almas? Ahora no se donde se ha enterrado aquella certeza que hablaba en silencio.
Divago entre percepciones de realidad, recuerdo y deseo donde llamarme Yo, dónde creo existir en la observancia de la trayectoria de otros móviles que, como yo, creen existir y habitar en si mismos y ser dueños de sus destinos, recuerdos, deseos y percepciones de la realidad.
También me observo enajenada en esfuerzos dantescos contra el egoísmo, la mala educación, la desidia y la maldad intrínseca que se ha adueñado de nuestros días. La voz que clama en el desierto, cuanto más habla menos se escucha la incomunicación siempre es posible. Los malos entendidos están a la orden del día.
Entre los resquicios hay algo que sí debo ser, un saco de huesos y pulsaciones, un cúmulo de tendones que se estiran, encogen o retuercen. Un vientre habitado y abandonado, una mirada que delata mi tiempo sobre este planeta y un pelo que poco a poco va cambiando su color. Poca cosa, poco tiempo.
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