Por lagún motivo ... Algún motivo... Ya no sé escribir. Últimamente el pensamiento va mucho más rápido que los dedos, las teclas o incluso el pilot, ese con el que formo garabatos que llamo mi letra y que de momento consigo seguir entendiendo luego.
En fin, por a-l-g-ú-n, ahora, motivo su nombre me sonaba a ruso a balalaika y babushka, una imagen de matrioskas infinitas bailando al son de los remeros del Volga y piruetas cosacas regadas de nostálgico vodka.
Zarinas, trineos, pieles y niños helados jugando en San Petersburgo. Parques inalterados y el tiempo detenido durante siglos.
Su lectura, su nombre en la tarjeta, me dió que pensar en el mismo día en que no quería seguir haciéndolo. En la mañana en que compré ese décimo de lotería en un alarde en medio del optimismo y la desesperación más absolutos.
Ya la semana había sido un constante dolor de tripas, una resistencia física y mental a volver al lugar de los hechos y despropósitos, y pese a que no había ido mal del todo, algo barruntaba tras esa sensación de no querer ir "al colegio", de peros, porqués y excusas inexplicables.
No, pagar las facturas y tener una familia no me parecían explicación suficiente a la estupidez con la que había de bregar cada día. Seres con los que apenas habría perdido dos segundos consumían mi tiempo desaprensivamente. La queja, siempre la queja, la falta de progreso en el pensamiento y la lógica humanos. Quizá ni siquiera eso existe más allá de una vaga abstracción.
Pero ella vino y me miró. Sus ojos lejanos, su mirada traspasando el horizonte de los Urales, el peligro de su piel perfecta, el embrujo siempre inesperado de su sonrisa casi triste. Y cuando, bailarina rusa, se inclinó ante mí y me besó en la mejilla, cuando escapé con ella para siempre, supe que aquel sería el inicio de mi canto del cisne.
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