donde todo se deshace
y los suelos gravitan sobre el infierno.
Cada segundo asalta una idea mutable
sobre suelos achinados que declinan
nuestros pasos donde tuvieron sentido.
Vacíos bolsillos donde
contuvimos
un sentido traidor,
una esperanza cósmica
que tuerce su mueca
al filo de la piedad sangrante
y burlada.
Susurros vacilantes por
cotejar un tiempo que
siempre vuelve a ser hoy.
Ni hablemos de no sufrir,
de un tal ahora, aún
menos de la siempre
distraída conciencia.
Sesos huecos y cada verdad
vacía, como el templo
que la contiene.
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