La música atruena con los quejídos demandantes de una eterna canción de amor, interrumpidos entre comerciales y locutores de voz chillona cuya jovialidad resulta más insultante a estas horas.
El se abre paso por la ciudad en una noria de idas y venidas, la vida pensada a escuadra y, mientras conduce, se deja llevar por otra nueva cadencia con la que acompasar las caderas y prender la caldera del corazón.
Ensoñaciones y vuela por la ciudad en un intento más. Negar lo que pasa, la inercia de los años y una gastada lealtad, los errores. Al fin y al cabo la ausencia de deseos y sueños llega cuando no caben más rotos, y sus ojos miran la oscuridad cuajada del brillo de farolas y semáforos desde su propia noche.
Me siento plenamente identificado. Debe ser algo bastante común. Un abrazo
ResponderEliminarLas 2 únicas certezas que empañamos en rutinas y ensoñaciones: Soledad y Muerte
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