Tres jóvenes desmadejados sobre una mesa dan el último asalto a la borrachera. Esperan desayunar en cualquier establecimiento que abra a estas horas. Cruzando frente a ellos 3 mujeres se dirigen también a desayunar antes de empezar sus jornadas de trabajo que las llevan de un extremo a otro de la ciudad en mil trabajos fragmentados entre sol y sol.
Idas y venidas mezclan olores de alcohol que escapan al paso de grupos postfestivos, con el olor terroso de la pobreza, y la picaresca pone la megafonía cada día en los vagones apelando a la infancia marginada, mientras el joven que acompaña a un mendigo me mira y me sonríe cómplice ante la sarta de absurdas mentiras que se lanzan como sermón predicado.
Avanzo los pasos oscuros que siguen por la memoria de mis pies. Siempre procuro evitar conocidos a esas horas en que estoy aún demasiado desnudo como para entablar la previsible conversación. No quiero confundir lo amable y correcto con cualquier otro más que me acabe contando no sólo su vida, si no cada detalle en infinita extensión. Ni siquiera mi vida es relevante como para que intenten deslumbrarme con la de nadie.
Casi pisé los perros a ras del suelo.
Me gustan la frase acerca de tus pasos por la memoria de los pies, es tan literal y tan real. Los pies tienen memoria, y sospecho que los trenes también y los coches y los semáforos. Es tan agradable disfrutar de la compañía de ... nadie, por mucho que estés rodead@.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero no olvides que es mejor ser nadie que un Don Nadie. Un abrazo
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