jueves, 29 de junio de 2017

Impropios

Nuestra canción, nuestro grupo, nuestras bebidas y amigos. Sobre todas las cosas, nuestro ocio eterno y bien regado, nuestro estar antes que ser diluidos entre medios hielos y la canción del verano que no es posible distinguir de la del verano anterior. Volver a excusarnos en la emoción y calentar bajos tan sobrevalorados como casi olvidados o en desuso.

Siempre abandonada, primero un cachorro y luego una perra, de una forma u otra traicionada por las circunstancias o su entorno. Abandonos definitivos, otros parciales incluidos los abandonos propios como resultado de aquellos y del freno a entrar en la rueda de la veleidad arrastrada de la gran mayoría que resulta acabar en groseras incoherencias, un cigarrillo fumado en medio de un incendio o no tomar jamás la iniciativa de sus propias vidas, instalados en la queja y desde la barrera del ocio infinito.

Veranos eternos en noches insomnes y miradas brilladas sobre la piel hambrienta, chispas pérdidas de otros veranos y viejos fuegos de artificios perdidos.


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