lunes, 26 de junio de 2017

Neoplasia

El rostro se desdibuja en pliegues y sombras nunca vistos, el teléfono que nunca suena y cuando lo hace apenas consigue entender la conversación.

Estaba escrito en un rincón de otro informe, la sospecha de ahora ya era realidad hace un año. Una distracción o querer pasar por alto lo que está debajo y hasta delante.

El cuerpo es capaz de mutar insospechadamente mucho más allá de lo que creemos sean nuestros límites. Siempre estuvo tan cerca que quizá ahora sea incapaz de verlo, o sólo por esta vez sea piadosa consigo misma si no lo fórmula jamás. Cuando cierre el ojo, dice...

Ciervos pastan al pie de platas enarboladas que nunca brillarán lo suficiente para algunos ojos, el viejo reflejo de un falso lago de espejos brinda tregua y paz a aquellos choques de nuestra memoria ahora acompasada donde ya sólo quieres que te escuche y conozca tu historia para que luego sigas viviendo en mis recuerdos, aunque no sabes que yo también estoy desapareciendo rápida y voluntariamente.

Los hombros se hunden, mientras el vientre se hincha de otro yo desconocido que creímos imposible y ahora limitamos a improbable. Benigno podría ser su mejor nombre y la vida seguiría rutinaria, a veces tediosa incluso, en esas noches largas que se prolongan en días de silencio y una entrega a otros que casi nunca vuelve aferrándose al refugio de la memoria construida para explicarse.

Maderas de caoba guardan gastados aromas del pasado, susurros que nunca se escucharon se evaporan en esta solidaridad que toca, acompañar ante lo único cierto, lo inexorable de acabar de vivir.




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