Necesito tanto ese abrazo que no llega nunca que a veces las lágrimas se agolpan y ahogan todos los colores. Mi vida se convierte en un charco de desdibujadodos cielos, un barro triste y frío que impregna el alma sin remedio y acaba endureciéndose para proteger lo que quede de ella.
Podemos hablar, recordar detalles y reconocer mutuamente que nos prestamos atención, Andamos juntos, sincronizamos conversaciones y pasos, un leve roce que se repite accidentalmente, tantas palabras para no decirnos y un final en el que siempre diré algo más, tú siempre algo menos, a la hora de la despedida. Quizá la próxima esté anunciada con un té o solo nos den las 5 y tan solo sea una triste calabaza con una media sonrisa que olvidar tras la fiesta. Un pasatiempo en una tarde en que la soledad te pisa los talones y alcanza a mordértelos siempre al acecho, cada día más cerca, por más que apresuras tus pasos y pierdes todas tus pistas.
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