Tinieblas, arrastre de un nuevo día que apenas cambiará.
Pasos, unos tras otros, automática e inconsciente conducta, al frío pendiente de un largo chorro aflojado el límite de su capacidad. Cada día menos flexible.
Una vaga mirada a ese viejo conocido, algo cambiado por fuera pero con las mismas carencias irresolubles que, indelebles, se aferran destilando una pesada fragancia que empieza a añejarse.
Cerrar la puerta detrás, escaleras oscuras, la calle vacía donde sólo resuenan sus pisadas y las luces como mudos testigos de la tristeza que atesora entre olvidos.
Los matinales saludos y alguna observación intrascendente se han ido perdiendo enganchados entre los setos y las marquesinas de autobuses de altos escalones, precipitados sin reciclaje posible en desbordantes cubos de basuras sin identificar.
Un chaparrón concentra charcos en los que contemplar mi autorretrato de frío y sucio barro, irisado de aceite mecánico y alturas de betún. Hojas yertas se adhieren al suelo mojado en una declaración
de amor sobre la que cristalizar una segura operación de rodilla, cadera o sólo mi crisma.
Entrelazando la última respiración de un costado roto con las nubes coronando mi inexplicable fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario