Y apenas
quedó sofocado
el incendio
que aventó
un verso loco,
mientras
pugnaba
por deshacer
las cenizas
amontonadas
y respirar
sin ahogarme,
sin sucumbir al
rutilante
del brillo
de sus
fauces,
a tan brillados
silencios prestados
a medias
verdades unívocas,
entre lujosos
harapos
de galanteo
y seducción
una alerta
desoída
entre no por viejas
menos violentas
notas de amor.
Captada
su atención,
atravesando
el mismo error,
atravesada la
garganta del
vacío atroz
que proclama
el declive
y se refugia
en la vanagloria,
por más conjuros
que escriba,
por más buenas obras
que obre.
Usurpar otra
historia,
ganar como
mejor no,
cómo única
razón de ser.
Desgaja
la soledad
amarga sin
pan que se
coma.
Un engaño
engañoso y
no consumado
a su imagen
y semejanza
porque la
única realidad
es que
las vidas ya
no interesan,
el sexo exige
tantos
demasiados
que ya
no nos traen
cuenta
para perder
la escasa
piel que
aún se resiste
a no soñar.
Su misiva
apelaba
al recuerdo
a otro yo
que creyó
conocer,
pero nunca
hubo distinción
entre ninguno
de aquellos,
porque es mi
vieja historia
la que no merece
repetirse
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