Un techo,
de falsas estrellas,
escalando
fachadas enmudecidas
de un sexo impropio,
las lágrimas que
no consuelan
el condenado
hambre eterno
de tí.
La oscuridad
me devuelve
mil veces mil
vidas enteras
a brazos
que no llegan,
al sabor
aún no estallado
de una boca
inexistente
en la mía.
Falsas esperanzas
se estrellan por el
balcón de los
sueños
que vagan
solitarios
y llamarían a
tu puerta
en medio
del terror
a traspasar
los deseos
dónde no
nada sería
como los sueños
que atesoro.
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