Extraños visitantes me hicieron sospechar de inquietantes movimientos. Visitas sin objeto, en medio de soledades perennes. Aproximaciones humanas con leves roces, y un día observar desde un banco a oscuras que propio y ajeno todo fue mentira, y la máscara del semblante ya no sé sostiene impasible y muda el rostro a lo innegable.
Por más que todos callaran, por más que representase el personaje absurdo y de gracia sainetesca, todos fueron partícipes y cobardes, todos culpables de consentir lo que criticaban en murmullos.
Aprendiendo, es mentira, nada se aprende si no hay voluntad de cambiar.
El tráfico de nuestra alma, incapaces de afrontar el tránsito de cómo ayudar a vivir y a morir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario